La cerveza artesana y de calidad ya era capricho de Reyes en el siglo XVI

17 May, 2017

La cerveza no es cosa de ayer. Tampoco de hace ya casi tres años, cuando en Arriaca arrancamos un proyecto artesano que mira mucho más de puertas adentro pero arraigado hoy a nuestro círculo más cercano, a nuestra tierra. Lo que no sabíamos es que ese vínculo terrenal también era real. Real de Reyes… ¡y de hace más de cuatro siglos!

Quiso el capricho real o, mejor dicho, el mantenimiento de las costumbres centroeuropeas, que Guadalajara fuera cuasi pionera en la elaboración de cerveza artesanal, allá por 1557.

Aquel año, Leonor de Austria, Reina de Francia y Portugal, se quedó a vivir en la capital alcarreña y dispuso a su séquito real para que preparara todo lo necesario para cocer cerveza. Para su consumo real, por supuesto, y en latitudes muy cercanas a donde hoy se asienta la microcervecería de Arriaca.

En plena eclosión actual de la cerveza artesana de calidad en España, la investigación de nuestra historia nos acaba de regalar un capítulo curioso que abunda sobre aquel empeño real de los Austrias que permitió la importación a España de la producción, artesana, de cerveza, unos cuantos siglos atrás. 

Sabida y documentada es la afición que el emperador Carlos I de España y V de Alemania profesaba por la cerveza. Diríase que no podía vivir sin ella. 

Por ello hizo instalar en la Corte Real, en aquella del siglo XVI, a un cervecero de Flandes, para continuar después con una minifábrica ya en su retiro de Yuste. 

De lo que no había constatación documental es de que su hermana, la mencionada Reina Leonor, también la profesaba y profesó durante su estancia en Guadalajara, a quien llegó con el título de señora de la ciudad, concedido por su sobrino, ‘un tal’ Rey Felipe II, en cuyo imperio no se ponía el sol.

 

El descubrimiento

El hallazgo sobreviene de la persecución de unas piedras que, a través de diferente material documental con siglos de antigüedad, ha realizado el director del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, Rafael de Lucas. Sus investigaciones han constatado la presencia de ese microcervecera real en el paraje conocido antiguamente como El Soto de la ciudad castellana.

Dicho paraje lo situaríamos hoy a ambos lados del puente árabe de Guadalajara sobre el río Henares, donde se ubica la urbanización La Chopera y los primeros metros de la CM-101 o carretera de Fontanar.

El documento sustancial de este descubrimiento es la Real Cédula del Rey Felipe II fechada en 1575 e incluida en los registros notariales del Archivo Provincial de Guadalajara.

El 11 de mayo de 1557, Felipe II, que ya reinaba en España con su padre retirado en Yuste, concedió a Leonor de Austria, a través de una carta de privilegio, la tutela del llamado Señorío de Guadalajara.

Según sostiene el historiador Layna Serrano, ese mismo año la Reina traslada su residencia a Guadalajara, en compañía de su hermana María, Reina de Hungría y Bohemia. Y no eligió cualquier lugar: decidió tomar por vivienda el Palacio del Infantado de Guadalajara –hoy aspirante a Patrimonio de la Humanidad-, dando una patada al mismísimo Duque del Infantado, que tuvo que hacer la maleta y mudarse de la que hasta la fecha era su casa.

Algunos apuntan que la decisión no fue ni casual ni caprichosa; sólo una jugada del monarca español con su tía para mostrar su control y poder sobre la Nobleza española.

Pero las Reinas no se conformaron con eso. Es probable que añoraran sus tierras de origen. Así que se pusieron cómodas, participaron desde el primer momento en fiestas y otras actividades de ocio que se celebraban en Guadalajara y les dejaron clara una cosa a sus aposentadores reales: buena leche, mejor manteca y que no faltara cerveza artesana.

“Querían mantener sus costumbres centroeuropeas”, apunta De Lucas. “Por eso Leonor de Austria ordena a sus aposentadores, con Rodrigo Niño a la cabeza, la construcción de una granja real en El Soto de Guadalajara”, donde, traduciendo el castellano antiguo de la Real Cédula, “se ordeñaran vacas, se cociera cerveza, se produjera manteca y donde trabajasen las lavanderas reales”.

 

El rastro dejado por unas piedras

Pero hay más en torno a esa cervecera real. A resultas de la investigación, resulta que sus muros, así como los de la granja real en su totalidad, se construyeron con piedras de la muralla defensiva de Guadalajara, que comenzaba a desmantelarse al haber perdido –una vez expulsados los árabes de la península Ibérica- su utilidad. Concretamente de la llamada puerta de Bramante y de la torre del Alcázar real. Casi nada.

Leonor, sin embargo, se cansaría muy pronto de Guadalajara. Meses después de su llegada, partió, ya en 1558, de la ciudad para reunirse en Badajoz con su hija, la infanta María.

Nunca volvería a la capital alcarreña, ya que moriría poco después.

¿Y qué pasaría entonces con esa granja y esa cervecería real? Que se construyó es un hecho constatado en los documentos, si bien se desconoce si se terminó completamente.

Y se conoce porque las piedras, ladrillos y cal que allí quedaron fueron entregados por orden de Felipe II al soldado, ya retirado del servicio, Bernardino Duarte, en compensación por sus servicios. Su valor total, según detalla la Cédula Real, se estimaba en 40 ducados.

Con valor material pero sin utilidad para el soldado, Duarte lo vendió a un maestro de obras del obispo Pedro González de Mendoza, que, a su vez, las destinaría a la construcción del histórico Monasterio de los Remedios de Guadalajara.

Es decir, que las piedras pasaron de la muralla histórica de Guadalajara a la cervecera real y después al mencionado complejo religioso.

Por eso, a través de la cerveza, de los caprichos reales y del tránsito de unas piedras, De Lucas subraya que “hemos podido reconstruir una pequeña parte de la historia de Guadalajara”, correspondiente al periodo comprendido entre los años 1557 y 1575. Tanto en el ámbito social, como el real, el de la justicia o el económico, entre otros.

 

Nota: Muchas gracias a Rafael de Lucas, director del Archivo provincial, artífice del descubrimiento

En la imagen, junto a una recreación cervecera, aparece la Real Cédula de Felipe II ‘cosida’ a un libro de Registros Notariales del siglo XVI, perteneciente al Archivo Provincial de Guadalajara.

 

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